Alguien te mira...
Por un momento, la casa se inundó en una inmensa tranquilidad, como si nada hubiera pasado con mi hermana, su fantasma debajo de la cama y que de vez en cuando jugaba con el techo de su cuarto. Así pasaron varios años, hasta que mi abuela, quien vivía en el primer piso, se mudó a otro hogar. Ese día, mi padre hizo la siguiente pregunta: quién dormirá allá arriba. Mi hermana mayor respondió: Yo no; mi segunda hermana dijo: ¡Yo, ni loca! y, aunque no con muy grato rostro, me preguntó: ¿Y tú, Dulce, quieres estar allá arriba?, a los cual respondí: ¡Por su puesto que sí! Cómo decir que no, si era la posibilidad ideal de tener mi propio cuarto, con mi computadora, libros, obras de arte, muñecas, pinturas y mil y miles de cosas más. Iba a cumplir quince años, así que era el regalo ideal de toda una señorita en su adolescencia: ¡Tener absoluta intimidad! En ese momento, a causa de la emoción, no pensé por qué mis hermanas mayores habían dicho que no querían la p...