Entre fantasmas

 



Dormía con mi mamá, creo que fue la mayor parte de mi niñez ya que mis hermanas (quienes me llevan 8 años de edad) comenzaron a entrar en la adolescencia, hormonas agitándose por el cerebro pidiéndoles un poco de privacidad. En la casa, solo había dos cuartos, así que yo, la menor, tuve que acomodarme en el espacio derecho de la cama matrimonial que estaba solo desde que mi papá decidió emprender una nueva vida.

A pesar de que mis cosas ahora las guardaba entre gavetas de ropa íntima, medias y medicamentos, en verdad no me molestaba dormir con mi mamá, además creo que fue la mejor opción si lo comparamos con las visiones que tenía mi hermana mayor, quien a golpe de las doce de la noche, bajaba corriendo por las escaleras verdes de metal, pasaba por la entrada del baño, bajaba otras escaleras que daban a la cocina y casi volaba por el pasillo hasta entrar al acogedor cuarto de mi mamá, donde abría el armario, sacaba una fina sábana y dormía en el piso, justo al lado derecho de la cama.

Yo me hacía la dormida, pero con un ojo medio abierto la veía cerrando los ojos con gran fuerza, temblando y susurrando algo de forma repetida que resultó ser el Padre Nuestro.

Noche tras noche sucedía el mismo hecho y, en las mañanas, mi mamá se paraba molesta replicando: Te he dicho que son solo visiones ¡Si sigues diciendo que ves fantasmas, le diré a tu papá para que te lleve al psicólogo!

Y el día llegó: mi hermana fue al psicólogo, durmió bien unos par de semanas, pero sin completar el mes de tratamiento otra vez se escuchó unas pisadas rápidas por las escaleras verdes de metal, luego por las escaleras de cemento que conducen a la cocina y sus pisadas voladoras hasta refugiarse en el piso del cuarto de mi mamá, quien, en esa oportunidad no se hizo la dormida, sino que se paró molesta y agarró a mi hermana por un brazo y le dijo: ¡Me vas a mostrar qué cosa te da tanto miedo!

Subieron las dos por las escaleras y, entre gritos y llantos, mi hermana le decía que no quería volver allí, que era feo, que le daba miedo, que se ponía a hablar con ella, acto que se estaba convirtiendo en una costumbre, pero que no iba a tolerar que durmiera a su lado o que la espantara colocándose debajo de su cama con sus ojos blancos pelados que la miraban fijamente. "Además, a veces, se coloca encima del techo del cuarto y lo golpea con fuerza, una y otra vez, una y otra vez".

Mi mamá no le prestaba mucha atención a sus palabras, quería demostrarle que todo era producto de su imaginación. Así que abrió la puerta, prendió la luz, miró el clóset, se metió debajo de su cuarto, se fue a la azotea y se asomó al techo y lo que vio fue: nada, simplemente nada.

Al regresar al cuarto de mi hermana, le dijo que descansara, que durmiera tranquila ya que los fantasmas solo rondan en nuestras cabezas. Sin embargo, todavía nadie sabe por qué, mi mamá se tardó mucho en su regreso, como si se hubiera perdido en las escaleras verdes o se hubiera escapado por la cocina de la casa. No regresaba y yo estaba ahora literalmente asustada pensando que "eso" ahora venía por mí. Así que agarré su almohada y me la puse en la cabeza para no escuchar ninguno de sus susurros (costumbre que todavía tengo y que no dejo así esté durmiendo con mi novio).

Al rato, mi mamá regresó y no exclamó ninguna palabra. Solo se sentó al lado izquierdo de la cama, agarro su cobija azul y se acostó. Al día siguiente, regresó con cruces de palma bendita, limpio la casa con agua que le había dado un cura de la iglesia Santa Teresa y mi hermana dejó de bajar las escaleras, aunque mi mamá dice que todo fue gracias al psicólogo que, más adelante, también me acompañaría en mi adolescencia.

Comentarios

  1. jajaja muy bien narrado herma, pero te falto un detalle, que en ese subir para demostrarme que no pasaba nada, el golpe del techo se escuchaba mas fuerte y al subirse para ver que había en el techo, y no ver nada y que el ruido del golpe continuaba, con la misma bajo y me dijo que esa noche podía dormir con ella en el cuarto. Allí no me volvió a decir que mis visiones eran producto de una mala pasada de la imaginación. No sabes como me identifique con la película de Bruce Will "Sexto Sentido", aunque llego un poco desfasado en el tiempo, si hubiera sido estrenada cuando yo era mas niña, otro gallo cantaría.

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