¿Tú viajas sola?






Una gran pregunta que me hacen: ¿por qué viajo sola? No fue algo programado, solo me aburrí de esperar a la gente; de cuadrar mis vacaciones con las vacaciones de alguien; el cuadrar las ganas con las ganas del otro y, ¿saben qué es lo peor?, que cuando cedes y dejas de disfrutar tus vacaciones en la fecha correspondiente para ligarlas con las del "otro", resulta infamemente que ese "otro" se le complica la vida o desaparece del mapa y tú te quedas con los planes torcidos.





Sí, es verdad, muchas veces cedí hasta que un día me cansé de saber que no conocía más paisajes que El Ávila y y me dije: ¡No conozco Ciudad Bolívar! Así que compré un boleto de avión a Puerto Ordaz. Agarré un taxi para conocer un local de sushi que gerencia un amigo. Mientras comía, llamé a un chófer privado para que me llevara del Puerto a la capital de Guayana, quien me buscó en la noche.

¡Mosca, Dulce, me llamas cuando llegues! Me subí a la camioneta y el chófer anonadado porque viajaba sola y, sobre todo, que a cierta hora todo moría en Ciudad Bolívar, me invitó a un restaurante mexicano, donde se exhibía en primera plana un cuadro de Frida Khalo, señal de que iba por buen camino.

Luego me dejó en la posada de Angostura donde ya tenía todo pago por una semana y, por casualidad de la life, el chófer conocía al encargado, quien nos permitió subir a la piscina ubicada en la azotea, donde admiramos la belleza de ese espacio detenido en el tiempo.



Al día siguiente, me buscó otro chófer quien me llevó a todos los sitios turísticos para que me deleitara con un grupo de sabores y colores. Luego era el acto de la firma del Congreso de Angostura, por lo que la posada fue tomada por militares quienes, al verme sola, me invitaron al acto político en la Plaza Bolívar cerquita del quien pronto sería Presidente de la República.



Las noches en Ciudad Bolívar nunca fueron aburridas, porque alguien pasaba por la posada a hablar de un tema o invitarme a comer pizza, hasta una noche me llevaron a una discoteca y el cuento terminó en recordar nuestra infancia, sueños y anhelos.



Cruce el río Orinoco, pase por debajo del puente de Angostura, vi de cerca a las toninas, me tomé foto en la sede del primer periódico de Venezuela, disfruté del Museo "Jesús Soto" hasta que vi a unos pemones por las calles y allí supe que debía ir hacia la selva.


Le pedí al chófer que me llevara al aeropuerto de la ciudad con unas ganas inmensas de agarrar un full day  a Canaima, pero por más contactos del chófer y esperada hasta la noche en una agencia de turismo, el clima no dejaba salir la avioneta.

Así que decidí que, mi próxima parada, tendría que ser en ese lugar, mientras tanto me regresaba al día siguiente a Puerto Ordaz donde me quedé una noche en el Hotel Intercontinental con una laptop, escribiendo el libro 12 Cuentos Peregrinos de una Treintona Soltera y Sin Vacuna, tomando una copa de vino tinto, viendo parte del río negro, cuyo sonido e inmensidad nos recuerda los ínfimos que somos en este mundo maravilloso que no puede esperar por los planes del "otro".






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