Hoy te recordé


Estaba limpiando el cuarto que ahora es mi oficina y allí estaba: la arena contenida en dos círculos de vidrio. El día que me lo diste andaba ansiosa por verte. Me puse un vestido beige, llegué súper temprano a la oficina (cosa que no hago con frecuencia) y, en vez de estar atenta al correo, lo que veía era tu mensaje, notificándome que ya estabas en Caracas con rumbo a El Paraíso.







Allí me acordé de las constelaciones encima de nosotros mientras me abrazabas tan fuerte en la Laguna de Canaima, mientras suavemente al oído me detallabas cada una de las estrellas y cómo cada una de ellas te había guiado en tu estadía por la selva.



¿Cómo fue que llegamos hasta allí si eras el propio Tarzán de Canaima? Pues yo tampoco sé. Lo que logro evocar es que estábamos en la Playa de los Enamorados relatando a todos los presentes el motivo de su nombre y estoy totalmente segura de que tú ni me determinabas.



Nadé, bailé en el agua, me agarraste de la mano para que saliera de la playa porque era hora de partir al hotel, donde hubo la respectiva fiesta social nocturna y no te apareciste porque andabas discutiendo con tu enamorada pemona.

Así que al día siguiente me olvidé de ti, pero resulta que Pablo no podía hacer la guiatura y apareciste más vivo que nunca, con tus chistes y buen humor, ese que quita los climas grises. Te sentaste en mi mesa para desayunar y viste que tenía un libro. "Me encantaría escribir mis memorias", y de allí nadie nos pudo separar.



Conocía el salto el Hacha de tu mano, me tomaste miles de fotos sin parar de reírte, mientras me relatabas tu sueño de tener tu propia posada en Canaima y yo te decía que todo era posible: una posada con carpas, una posada con tu sonrisa siempre sería un éxito.



No sé cómo las otras personas aguantaron que no les prestabas atención en el recorrido hacia El Sapo donde nos lanzamos en el río hasta ponernos arrugados y nos mirábamos como si estuviéramos solos en esa inmensa sabana.



Esa noche, era mi última noche en Canaima, así que nos arreglamos para la cena y para la fiesta con los amigos donde no nos separamos en ningún momento. Y sí, fue en ese instante debajo de esa cortina de estrellas donde prometimos un reencuentro.

Pasaron semanas y apareciste en mi trabajo en Caracas con ese detalle para ver el tiempo como un tesoro, porque el tiempo sería fundamental en nuestra relación pero yo, que no sé de paciencia, te propuse volver a vernos en Margarita donde vivían tus padres.



Tú te fuiste de primero, pero sobre la fecha de mi llegada apareció la llamada que cancelaría los planes, mejor dicho...tus planes, porque yo igual aparecí en la isla para vivir mi despecho, para dejar de mirar las estrellas como antes, para perderme en la punta de playa blanca de Isla de Coche y sumergirme en la soledad de las olas.

A mí regreso a El Yaque apareciste con tu sonrisa, con esas ganas de comerte al mundo y lo hicimos, nos disfrutamos esa noche desde Pampatar hasta Macanao y, de regreso, pusiste un cd con música de los niños pemones mientras tomábamos una carretera iluminada por la luna llena.

Con ese escenario sabía que no te iba a ver de nuevo, que tú y yo no seríamos lo mismo, tanto que ya no estás en Canaima, tanto que dejé de ser esa hippie que quería hacer campamentos con carpas en la selva.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Que si te quiero?

¿Y tú qué harías?

Y si los ángeles existen...