Tengo un don: hablar con los muertos




Me desperté y el apartamento estaba muy iluminado. Todo blanco, muy blanco. Es que la luz del sol era más intensa  de lo normal, acompañada con un silencio absoluto, y eso que estoy a solo una cuadra de la Avenida Libertador, una de las más transitadas de Caracas.




Me paré y me dirigí  a la cocina, es que no tenía ganas de ir al baño, más bien me desperté sin ganas de hacer nada. Seguí con la rutina habitual, pero la luz en la cocina-comedor era más blanca, más serena... hasta que vi en el fondo, justamente en la sala a una niña blanca, pelo amarillo lacio, sentada en una de las esquinas del sofá negro con estampado de flores.

Me acerqué, me senté a su lado y sin mediar palabras, solo me respondió: "¿Tú nos ves?" Le dije que la veía perfectamente, con sus ojos verdes, camisa y short de bluejeans, sin ningún tipo de calzado. Sus pies eran bonitos como los de una muñeca de porcelana. En ese instante, ni se me pasó por la cabeza preguntarle cómo había entrado a la casa. La verdad, es que su presencia no me generaba ningún síntoma de alerta.

Solo me contestó pausada y sigilosamente: "Cuando eras un feto, tú mamá se iba a morir... entraste a la luz, pero tomaste la fuerza de las animas para hacer que tu mamá ni tú se murieran. De allí nos ves, nos escuchas y se pondrá peor en 16 ciclos".

La niña se paró, la seguí detrás. Abrió la puerta y se fue corriendo con otros niños que la esperaban en el pasillo. Se fueron riéndose, y sus carcajadas de felicidad se escuchaban por las escaleras. Se fueron en paz.


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Que si te quiero?

¿Y tú qué harías?

Y si los ángeles existen...