Y si los ángeles existen...



Tercer año en el alma máter y me había portado muy bien. Siempre puntual de la casa a la universidad y de la universidad a la casa, hasta que... un día en mi beca trabajo me dicen: ¡Vamos a ver el estreno de la última parte de The Matrix! ¿A qué hora y en dónde? 7 p.m., Galerías Paraíso. ¡Excelente!



Fuimos un grupo interesante y la pasamos genial, hasta que me di cuenta de algo que no había medido: ¡La película dura casi 3 horas! Le pregunto a mi amiga si me podía dejar en Catia y me dice: ¡Máximo hasta Capitolio! Resulta que el metro trabaja hasta las 11 p.m. y entre la salida de la sala, dejar a todo el mundo en su casa (a excepción de mí) me vi -nada más y nada menos- que en Plaza Caracas a oscuras, solitaria y con el tiempo en contra.

La pasé corriendo hasta que al cruzar la calle, donde está la estación del metro de Capitolio, había un grupo de hombres oculto en la entrada de un edificio, así que recé todo lo que sabía y pasé corriendo, hasta que escuché: ¡Agárrenla, agárrenla! Más fuerte corrí hasta encontrarme en la esquina al personal del metro que procedía a bajar la santamaría y me metí sin mediar palabras. Hora: 10:50 p.m.

Tuve la suerte de agarrar el último metro y llegar a las 11y10 p.m a la estación de metro a Agua Salud sin nadie en la avenida ni taxis por ningún lado. La travesía era subir cuatro cuadras en una de las calles más candelas de la ciudad pues por allí pasan los carros y motos que bajan de El Lídice y El Manicomio. ¡Puro barrio, papá!

¿Quién me manda a mí haber ido al cine?, y de paso, esa sifrina del coño que no me pudo dejar al menos hace una hora por esta zona, que por más que sea es una avenida pero bueno... ¡Vamos a proceder a cerrar la estación! Me informa el personal del metro para que me retirara, así que salí de nuevo rezando lo que sabía hasta que se me acerca un muchacho blanco y ojos de color miel para preguntarme: ¡Vas a subir!, ¡Sí!, ¡Vámonos los dos y así nos hacemos compañía!, me afirma el muchacho con uniforme de Burger King.

Subimos y no hablamos en la vía, solo me daba una gran tranquilidad y calma al pasar por calles oscuras donde pasaba una que otra moto con gente sospechosa. Ya a una cuadra de mi casa, el chico me dice: ¡Tú serás alguien importante, solo recuerda eso!, ¡Serás feliz y siempre confía!

Cuando me volteo para agradecerle eso bonito que me dijo, el chico ya no estaba. Sorprendentemente había desaparecido, mientras mi corazón se engrandecía de felicidad.

Fue una noche horrible y, a al vez, excitante que me hace pensar que, quizás, los ángeles de la guarda sí existen!!!




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