¿Y tú qué harías?


Dulce Pérez Colmenárez| @dulcesentidos| CNP 14.461

"¡A alguien le tengo que contar esto!" Así me recibió mi compañera de puesto del autobús que estaba saliendo de Caracas a Maracay, el cual -por cierto-  andaba tan full que mi real compañero de viaje tuvo que irse casi en la puerta de atrás. 

El único asiento que quedaba libre era al lado de esa señora con cabello largo, oscuro y con ciertas canas creciéndole en la sien. Su franela era usada de color rojo, con unos bluejeans rotos en las rodillas, tan ajustados que algunos cauchitos eran difíciles de ocultar. "¡Marica, no te conozco, pero te puedo contar algo que me está mortificando!"

No tenía más escapatoria (y menos cuando visualicé que andábamos por el peaje de Tazón) así que la miré lo más dulce que pude (se podrán imaginar), y le dije: "¡Claro, amiga, te escucho!". Yo estoy casi que llegando de Trinidad y Tobago y me fui... Bueno, para explicarte mejor tengo que remontarme a mucho más atrás. Todo empezó cuando me cansé de que el papá de mi chama me estuviera golpeando por cualquier cosa, porque yo puedo soportar que llegue borracho, pero de allí a pegarme... pues ¡no! 

Así que agarré a mi muchachita y me fui a la casa de mis otros hijos, porque aquí tú me ves bien y todo, pero yo voy para 43 años muy bien llevados, lo que pasa es que me puse a gozar desde los 14 y ya estaba embarazada de morochos a los 16; pero volviendo al cuento... Me fui a la casa de mis hijos, quienes ya tienen a sus esposas y a sus carajitos allí. En realidad esa es la casa que me dejó mi primer esposo, pero como me volví a casar, me desentendí un poco de ellos, pues son hombres y se crían de otra forma. Tanto que para mí no son mis hijos, sino mis panas. Con decirte que con ellos fui a la rumba que hicieron en El 23 de Enero. ¡Demasiada brutal con DJ y todo! Hasta las 2:00 a.m. estuvimos, pero ese es otro cuento. ¡Claro! Esa es la rumba que salió en las noticias, pues el coñazo de gente (y en pandemia) no fue normal; pero, chica, tú sí preguntas.

La historia que importa era que no me alcanzaba el dinero, así que empecé a buscar trabajo como enfermera (no te dije, ¡soy graduada de la UCV!), pero solo me estaban ofreciendo USD 5 por semana (¡Y en tiempos de Covid!). No sabía qué hacer hasta que una prima que está en la isla me comentó que allá una enfermera gana USD 900 al mes, por lo que no lo pensé dos veces y me fui en avión para allá con la promesa de que regresaba en unos meses como para hacer algo de dinero. 

La niña la dejé con mis papás en Maracay y me fui. Todo por allá excelente, con decirte que hasta llegué a ganar más de USD 1.000 al mes cuidando a varios viejitos, pero llegó la pandemia y ellos no querían correr el riesgo de contagiarse. 

Aguanté todo lo que pude, pero los ahorros me los estaba comiendo hasta que una noche soñé que mi niña se me ahogaba. Una mala noche toda allí trasnochada. A primera hora, llamé a mis papás y cuál era la sorpresa: que el arrabalero del padre ya sabía que la niña andaba con ellos. Me dio taquicardia del tiro, pues yo me fui sin decirle nada a él, así que agarré mis cachachás y averigüé cómo era lo de la salida por lancha hacia Venezuela. ¡Listo! Me pedían USD 300 por el viaje, el cual salía a las 11:00 p.m. Después de dos semanas de vender algo del oro en joyas que me había llevado a Trinidad más despedir a los amigos, andaba como a eso de las 7:00 p.m. en una casa abandonada cerca de la playa con todo a oscuras, sudando como una cochina de camión, con otra gente sudando peor que yo y sin poder hablar para no llamar la atención de algún vecino de la zona o la policía. 

A las once, exactamente a las once, nos gritan: ¡Corran hacia la orilla! Salí desmachetada viendo que nos esperaba una lancha, pero en la desesperación me tropecé, doblándome el pie. ¡Coño, pero como pude me levanté y cojeando me lancé a la vaina esa! Todo bien hasta que uno de los lancheros nos dice que, debido a la poli de Venezuela, no podíamos llegar por Güiria sino por Tucupita. Horas, horas, frío, ladilla, nervios, chama, ese viaje fue una locura a oscuras y rezando por todo el camino, hasta que llegamos en la mañana a Delta Amacuro. ¡No joda, ni sabía que esa vaina existía!

 Yo me quedé un rato en la orilla de un río pues el tobillo lo tenía como un jamón, hasta que un chamo se me acercó y me dijo que podía ayudarme a vendarlo (Risas). Y es que hasta a mí se me había olvidado que era enfermera debido al "hijoeputa" malestar. Es que a mí hasta se me olvidaron los choros, violadores... me ardía tanto el tobillo que sin pensarlo dos veces le dije que sí. 

Me llevó a una casa humilde, esas de solo ladrillos y me dijo que me esperara en la sala hasta que él regresara con una venda. Subió por unas escaleras desperoladas, mientras me quedé detallando el sitio: una moto, sillas de mimbres, una mesita de madera con unos santos. Todo humilde, pero limpio. 

¡Nada del otro mundo! hasta que bajó las escaleras esas de metal con una venda dentro de su paquetico de plástico y un brebaje mentolado para desinflamar. Obvio que sabía que no era un hueso roto, pues ya estuviera prendida en fiebre a esas alturas. Y yo con esa pena, pues andaba con las piernas todas peludas, pero él me subió un poquito el pantalón e, inmediatamente, le expliqué cómo se hacía un vendaje.

Luego me hizo comida, me preparó café, nos reímos, charlamos (risas). Todo un príncipe bello, pues él vivía allí solito y "le gustaba tratar bien a las princesas". Bueno, ¿qué cómo era? Allí viene le detalle, el detallazo diría yo. Bueno, es un "chamo" de 29 años, mecánico, con cuatro hijos de distintas mujeres y está súper, hiper, extremadamente de más de bueno. ¡Dios!, ¡Dios! ¿Por qué no fue una verga fea, grasienta, gordo, con mal aliento? ¡No! Tenía que ser delgado, con sus músculos en los brazos, afeitadito, con cara de ángel y oliendo superrico. 

Luego le digo que me deje en el terminal y me dice que no. ¡Gua! Y este que le dio, pensé. Me imagino que me vio el gesto que habré hecho por lo que me respondió: "Con ese tobillo como está no puedes salir a ningún viaje", pero con una voz tan masculina, tan de hombre, que se me olvidó que andaba en una verga llamada Tucupita. Salí del transe y le dije que iba a esperar un rato, pues no llevaba mucho dinero y no podía darme el lujo de quedarme en un hotel. Fue allí cuando me dijo: "¡Mami, y por qué no te quedas conmigo! Yo me porto bien, como una lágrima de Cristo".  

Coño, si no fuera tan puta, amiga, me voy para el terminal, pero me dolía tanto el pie y eso estaba tan rico que me quedé con la promesa de dormir en la sala. Ajá, pero una cosa llevó a la otra, un cigarrillo a una marihuanita, un tercio a un ronazo y allí empezó todo: una tocadera especial para cambiarme el vendaje.

¡Las piernas peludas, sí! Bueno, yo le dije, y me contestó que no importaba pues andaba convaleciente. Así que me cargó, me subió por esas escaleras horrorosas (pensé que me iba a terminar de destortillar si esa vaina se caía). Me desnudó en la ducha y literalmente me bañó. Luego, entre risas, me secó el cuello, el cuerpo, la zona íntima y empezó el guaguancó. 

Me decía: "¡Ese papo si está rico, mami bella!" Y yo con esos escalofríos por todos lados que me aguaban toda. Hasta en uno de esos orgasmos me hizo llorar y le respondí: "Ya sé por qué te dicen la lágrima de Cristo".

Chama, me hizo sentir mujer como dice María Conchita. Yo no sabía que tenía tantas terminaciones nerviosas y eso que uno como enfermera las estudia, pero imagínate. 

El misionero, el perrito, por delante, por detrás, por muy detrás, por muy, muy, muy detrás (risas). Me iba a quedar un día y me quedé tres; pero ya, tenía que ver a mi hija, así que me dio (sin habérselos pedidos) USD 30, y con eso pude llegar de Tucupita a Cumaná y de Cumaná a Caracas. Luego de dejar la maleta en casa de mis hijos, me fui a Maracay a casa de mis padres donde casi que me entré a coñazos con el otro, pero a su nivel de malparido no voy a llegar jamás.

Nada, después de esa novela, estaba de vuelta a la casa de mis hijos tal cual y como empecé: con mi muchacha y sin mucho dinero, hasta que logré conseguir atender a un viejito por San Bernardino y... ¿qué pasó?: que el viejito se enamoró de mí, me dijo que me quedara en su casa los días que quisiera (pero sin mi hija). A mí realmente no me gusta, para nada, pero como él se porta bien conmigo, yo le hago su favor. 

¡Coño! pero durante estos días no hay forma ni manera que se le pare. Yo le ofrecí conseguirle viagra; pero nada, no quiere por temor a un infarto. Le digo: "Papi, vamos a empezar con dosis bajas", ¡pero nada! 

Así que me aburrí y le dije que iba a casa de mis padres (pues dejé a mi hija allá por los días decembrinos) y cuál es la sorpresa, marica. No lo vas a creer, pues me escribió el chamo de Tucupita, mi Aquaman de río como yo lo llamó pues allí lo que abundan son los ríos, y con esos brazos y esas piernas... Bueno, no sé qué hacer, pues me está diciendo que pasé el 31 de diciembre con él (y que me lleve a mi hija, ¡tan bello!), que me instale dos semanas por allá y que, además, me mandará todo: dinero para el pasaje, dinero para la comida en carretera, dinero para alguna chuche de la niña; pero le dije que estos viajes se pagan en dólares y no en bolívares..

Tú viste que yo me salí de la cola de la gente que iba a Maracay y volví como a los quince minutos... Bueno, resulta que averigüé que hay un bus que sale de Maracay directo a Tucupita por USD 20 por pasajero y adivina que tengo aquí (Me muestra el sostén), pues USD 60 que me acaba de dar el viejito para los estrenos, lo que él no sabe que ya yo los había comprado con otro dinero; y no sé si irme a Tucupita o regresarme a Caracas. ¿Tú qué opinas? 







Comentarios

  1. Jejeje que se venga pa choroni Ocumare jejej esa debe estar en con su Aquaman

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  2. Que tristeza tanta pobreza

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