Y duró tres años





El escenario: las sillas circulares y oscuras, ¡mínimas!; que si haces un mal movimiento, las bebidas terminan derramadas en tus pies. ¿Habíamos pelado? Probablemente, entre tú y yo, eso era 70% de probabilidad. Sí, puede ser. Las sillas eran incómodas, pero estaba feliz de estar allí. De haber llegado a las 10pm donde solo estaban el encargado, los mesoneros y nosotros, esperando por el gran tributo de Cultura Profética.




Tú, vodka con red bull; yo, vinotinto, ¡sí, el país definitivamente era otro!, y yo estaba feliz porque era sábado en la noche y estaría en Pampatar y no en el pueblo de Aricagua; estaría con gente usando zapatos y ropa civilizada y no con shorts y cholas, arrastrando tierra (sí, sé que muchos desearían vivir cerquita a la playa, pero cuando tienes meses viendo el mismo paisaje, a veces se vuelve eso, un simple paisaje); estaría entre caras lindas, descansando de la hotelería, porque la hotelería (en un verdadero hotel de cuatro o cinco estrellas y no una posada) es como seguir trabajando en un mall, pero con gente que se queda durmiendo y hay que darle comida y servicios y, a veces, la cocina cierra y sigue llegando personas por los vuelos retrasados y uno tiene que resolver o dar la cara, y no gritar, y no volverse histérico cuando lo que quieres es salir corriendo y, en fin, cosas que no entendiste o no quisiste ver; pero volviendo al escenario: luz tenue, digna de un ambiente roquero, porque el British Bulldog era así, como metalero, pero íbamos a ver el tributo de Cultura Profética que no llegaba, porque quería acordarme de cuando estuvimos en Moloko y no peleamos, y la pasamos genial tomando birras a Bs. 500 y conocimos a Zion Zoo de Puerto Ordaz, y la pasamos genial viendo las estrellas y respirando aire de mar.

Sí, como siempre, fue idea mía y las benditas ansias de salir de Aricagua al mundo civilizado y escuchar reggae como lo hacía en El Yaque, porque entré a la isla fue desde El Yaque, no desde Aricagua ni Playa El Agua (¿Te cuerdas cuando te dije que me quería mudar a Pampatar?); en fin, esa noche no estábamos pelando porque no sabía cocinar o dejaba miles de ollas sucias para freír un huevo o no había tendido la cama con los milímetros y centímetros de tu gusto.

No, estábamos allí bien, riendo, fumando (tú Consul; yo, Marlboro) y estaba feliz, creo que tú también. Me sentía relajada, tocando tu mano tatuada, escuchando a las 12am el inicio del bendito tributo que terminó siendo una cagada porque cantaban horribles, pero no importaba porque estábamos allí, juntos. 

Comencé a tararear La Dulzura cuando me miraste a los ojos y me dijiste pausadamente: Esto no durará más de tres años. ¡Coño, qué cagada!, pensé, que manera de echar a perder el momento porque cuando no eras tú, era yo y viceversa, qué manera de arruinar una simple salida, de esas horas de paz, de esos momentos que no tenía que trabajar, sino solo estar, estar contigo.

¿Pero cómo ibas a saber eso si solo llevábamos un año? Después de esa salida, el British Bulldog murió, como también falleció Moloko, la piscina del apartamento, el boulevard de Playa El Agua, las palmeras y los jardines del estacionamiento, las matas de la casa junto con las hojas de papel que pegué en la terraza. Se doblaron las lámparas con hilos de pabilo, se cayó la pintura de las sillas de madera, la cama dejó de sonar.

Hoy, 10 de mayo, facebook me dice que tengo una foto de hace tres años en la piscina de tu casa donde empezó todo, hoy 10 de mayo me llaman del Ministerio Público de Nueva Esparta para acordarme que todo acabó, hoy justamente hace tres años.

Para ti, este pequeño tributo... que quizás también te suene a cagada.






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