No era de este mundo




Así le decía a la psicóloga infantil cuando me preguntaba por qué me sentía triste si apenas estaba comenzando la vida. No me gustaba jugar con otros niños, no me deleitaban las calles, los parques, las plazas... Para mí todo era un sinsentido o, mejor dicho, pérdida de tiempo.




No me agradaban las "chatarritas", sino la ópera; no me fascinaban las pelotas de colores, sino detallar las esculturas en los museos. Las antigüedades eran mi perdición, como si esas cosas antiquísimas hubieran sido mías en algún momento.

La verdad no era feliz hablando con otras personas, más bien me encantaba mi silencio sublime y el hechizo de las letras, especialmente, de libros viejos que me hablaban de los paisajes, personas, hechos que quizás habían sentido con el pasar del tiempo.

Pues sí, no era de este mundo... y cómo lo iba hacer si prefería perderme en la solemnidad de las iglesias o el Museo Sacro, sintiendo la energía vital de sus paredes, dejándome cautivar con los ecos que emitían al cerrar los ojos, viajando a las imágenes que me emitían sus libros sagrados.

A los 8 años de edad, me preguntaba en qué plano físico me encontraba; cuántas dimensiones giraban a la misma hora en la que me encontraba; tomaba animales muertos y los tocaba con ganas de resucitarlos; escribía en mi diario los sueños que había tenido como tratando de buscar alguna respuesta a este mundo gris que me había tocado vivir. 

Imagínense llegar a la adolescencia abordando estos temas sumados a los cambios hormonales. Mi solución fue mágica: trabajar en la iglesia Católica pata concentrarme en las señales de la naturaleza. Saber si llovería con solo tocar el viento; predecir que una persona estaba deprimida aunque te hablara con una gran sonrisa; sentir la angustia de los demás; descubrir que el ego de algunas personas solo era ficción.

Así llegué a los 14 años de edad, cuando todo el cuerpo se "escarchó" al tocar el Nazareno de San Pablo --> http://dulceperezcolmenarez.blogspot.com/2016/04/cuando-el-nazareno-me-escarcho_21.html  Así fue como a los 15, me hicieron un velatorio dentro de los ritos de la santería, pues quizás tenía demonios que me hacían actuar de una forma extraña --> http://dulceperezcolmenarez.blogspot.com/2018/06/entre-animas.html 

Y como no me gustó esa religión, terminé asistiendo a terapias con angelólogos, quienes según recibían mensajes directos del Arcángel Gabriel (hasta imitaban sus voces afrancesados); y como me parecía un show terminé asistiendo un fin de semana a una especie de retiro que organizaba un religioso que había sido expulsado de la iglesia Católica (quien me hizo sentir más mal de lo que estaba). Los días pasaron, y casi me volvía loca entre susurros, sombras, sueños que algunas veces se hacían realidad. Hasta me quedada dormida en el metro rumbo a la Ucab, y cuando llegaba al salón (tarde por cierto), la gente no me saludaba pues según ya lo habían hecho hace media hora, y era una mal educada pues pasaba por los pasillos de la universidad sin saludar a nadie.

Fue a los 27 años, cuando estuve a punto de perder la vida, que descubrí a una persona, que se ha convertido en una verdadera amiga, quien me me dijo: "no eres esquizofrenia y ningún demonio te posee; solo eres un alma muy vieja que ha recorrido mucho, que ha reencarnado muchas veces, que en ciertas ocasiones se siente agotada  y que tienes un don especial que debes canalizar".

Así entendí todo lo que pasaba por mi mente y espíritu. No sabes el peso que me quité al entender que no estaba loca y, gracias a su orientación, supe canalizar mis visiones, sensaciones al tocar a otra persona, a conocer gente con mi mismo don y, aunque el camino no ha sido fácil pues uno mismo se sabotea, gracias a Dios uno vuelve al sendero.

Y es verdad: por más que te den consejos, uno no los toma hasta que te pasan circunstancias terribles, como las que me pasaron a mí y que me gustaría compartir desde este site, pues quizás ayude a alguien que se siente como desconectado con el mundo actual; pues no somos "unos bichos raros", sino unos seres especiales que debemos conocer nuestro propósito para cumplir el reto de esta nueva vida, canalizar los karmas y, simplemente, ser feliz.

Si te ha sucedido algo parecido, no dudes en escribirme; pues siempre es bueno contar con otra persona de ayuda o guía en este don especial de la espiritualidad.


Namasté!



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