Secuestrada en Aruba. Parte II

Quizás era mi paranoia de "piensa mal y acertarás", pero era muy incómodo estar en una casa con alguien que no te habla, no te mira, no te determina. La sala era rosada, el sofá beige y entre sus manos un álbum azul que ojeaba sin parar.

"Dulce, ven un momento", así me habló sin quitar la vista de las fotos. Me acerqué y me senté a su lado para verlo con 25 años menos: cabello largo negro, delgado, chaqueta de cuero disfrutando en un mini cooper de las calles londinenses. "Sí, estaba casado y vivía en Londrés, pero no pude tener hijos. Ahora tengo 45 años y es una de las cosas más gratas que quiero hacer".

Sí, me parecía lindo y todo lo cursi del caso, pero se encontró conmigo que no se veía ni se ve con pañales ni talco de bebés. Se vio conmigo con un carácter más jodido que ahora, que no mide, que no ve las consecuencias.




Así que le dije: "Muy lindo, pero será con otra chica. Yo vine a disfrutar de la isla". Me fui a casa de su mamá donde estaba llegando un primo venezolano de la familia. Sin mediar mucho, ya habíamos hecho buenas migas. ¡Vamos a la playa!; ¡pues... sí!



Regresamos a la casa para ver si el señor se animaba y nos llevó a una playa riquísima cerca de san Nicolas. "Dulce, deja la cartera tranquila que aquí nadie te la va a robar". Confiando en ese consejo, dejé mis cosas en la arena, y nos introducimos a playas cristalinas para nadar entre peces de colores. La vida era bella, entre risas, cantos, ron y la cercanía de un beso que esquivé. Pausa, otra pausa, para darle un beso en la frente.

¡Vamos a comer, tengo hambre!. ¡Sí, vamos a comer sushi en un restaurante de unos compatriotas! Así fuimos a un local cuyas paredes estaban forradas con billetes de distintas denominaciones. Verdes, marrones y naranjas recordando que una vez simplemente nos llamábamos República de Venezuela. La comida rica, la conversación muy jovial, aunque el arubeño solo lo que hacía era mirar fijamente hacia la nada.

"¿Los venezolanos quieren realmente divertirse?", su primo y yo nos miramos: ¡Sí!, pues vénganse conmigo; pero Dulce, ¿tienes tu pasaporte contigo?, es que vamos a un sitio no muy común. ¡Sí lo cargo!, pues en la noche habíamos cuadrado ir a la zona turística para comprar cosas y en algunos locales me lo piden. Perfecto, ahora vas a disfrutar como nunca como me comentaste esta mañana.

Llegamos de noche a una calle tenue llena de casas viejas y, en cada puerta, una chica distinta mostraba un baby doll. El carro paró en frente de una tasca antiquísima. ¡Vamos a jugar Billar! Mi cara de felicidad se había borrado dentro de esa casa gris con olor a ron rancio y cigarro viejo. Tómate otro ron o quieres vodka; La verdad es que ya no quiero; Por qué, porque mi primo se fue y te dejó; No, nada de eso, no quiero más y listo, por cierto, dónde se fue tu primo; ¿Quieres saberlo?, está bien, te llevaré pero me acompañas con un vodka.



Así cruzamos la calle y entramos a una casa azul. La sala era un pequeño bar y, en el fondo, un pasillo tenebroso y largo donde salían y entraban varias chicas con acento colombiano. ¡Toma, aquí tienes tu vodka!; Gracias, aunque sabes que ya no quiero, pero me lo iré tomando poco a poco; Cuéntame por qué te gusta mi primo y no yo;  No me gusta tu primo y no me gustas tú; ¿Eres lesbiana?, si es así aprovecha y te compro una ficha como hizo mi primo; ¡Por Dios!, qué estupidez tan grande; ¿Por qué no te gusto?; Como amigo sí, Eddy, como amigo, hasta allí, ¿eso es malo acaso?, nunca hablamos de algo sexual o romántico, siempre hablamos desde hace meses como panas y el plan fue pasar Carnavales como amigos, y ya, y listo; ¡Eres lesbiana!; ¡Cállate!; ¿Qué está pasando aquí?; Que tu primo está loco o alterado o el vodka se le subió a la cabeza; Bueno, ya dejen la bobería los dos, que sus gritos se escuchan hasta en los cuartos; Pero dime, ¿eres lesbiana?; ¡No, Eddy, no soy lesbiana, simplemente tú me das asco, asco el hecho de pensar que me quieras tocar, asco que quieras estar conmigo, asco de imaginarme que pueda darte un hijo!

Se paró de la mesa, me miró con el odio más grande del mundo. Sus manos temblaban al punto de que su primo le tomó el brazo. ¡Ya, Eddy, tranquilo, sabes que estamos tomados! Se fue sin decir nada, se fue mientras me tomaba el resto del vodka de golpe. Él no es malo, un poco loco tal vez, pero se le pasa, ya mañana es otro día y es hora de partir.

Salimos  buscando de casa en casa al paradero del arubeño hasta que escuchamos un silbido. Sudaba como un demonio cerca del carro plateado. Solo abrió la puerta sin determinarme y gritó: ¡Vámonos!

Un silencio incómodo invadió el carro hasta que el dolor de cabeza empezó de forma muy leve en mi hemisferio izquierdo. Menos mal que siempre cargo un botiquín en la cartera, pensé. La busco debajo del asiento del copiloto, pero nada. Veo hacia el lado de atrás donde el primo ya está recostado, pero nada. Miro hacia los pies de Eddy, pero nada. ¿Alguien ha visto mi bolso?

¡Coño! Nunca había sentido tantos nervios como aquella vez. Dios, que solo sea un susto. ¡Chicos, en verdad, díganme dónde esta mi cartera que no ando jugando!; No, Dulce, no la tengo; Eddy, ¿dónde está mi bolso?; Ni idea, Dulce. Para un momento, por favor, y prende la luz del carro. Busco por todos lados, busco en la maleta, en las alfombras, en todos lados una y otra vez y nada. ¡Coño, el pasaporte!

Nos metemos de nuevo al carro y a toda velocidad nos regresamos al barrio de putas de San Nicolas, entramos de casa en casa preguntando por un bolso playero de rallas amarillas y azules...pero nadie daba respuesta. ¿Y si lo dejaste en la playa?; coño, por favor, yo lo cargaba en el restaurante, luego lo saqué en el local del billar y me dijeron: guarda el bolso en el carro para que estés más cómoda; Entonces abrieron las puertas del carro y se lo llevaron; Bueno ... ¡pero aquí y que no pasa nada!

Nos montamos de nuevo en el vehículo plateado. El silencio incómodo. El primo se recuesta con esas frases esperanzadoras sin sentido. Eddy maneja sin tanta tensión ¡Para, para, para un momento por favor! Me bajé corriendo del carro, me metí a un sitio baldío, me arrodillé en el medio de la tierra, subí mi mirada hacia la luna: ¡Coño de la madre, no me roban en Catia y me vienen a robar en esta vaina!

Ver parte III https://dulceperezcolmenarez.blogspot.com/2017/11/parte-iii-que-harias-en-un-pais-extrano.html



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